Presentación de la partida. 1651.

En nombre del Dios creador: a todos los presentes y a los que tienen que venir, se hace saber; que después de muchos años de larga y sangrienta guerra, que ha hecho sufrir grandes trabajos y penurias a las gentes, reinos, países y estados que se encuentran bajo dominio de los altísimos, excelentísimos y magnificentes príncipes Luis XIV por la gracia de Dios el Muy Cristiano Rey de Francia y Navarra; y Felipe IV, por la misma Gracia de Dios, Rey Católico de las Españas: en esta guerra en la que se han mezclado otros príncipes y repúblicas, sus vecinos y aliados; muchos pueblos, lugares y países de cada uno de los dos bandos han estado expuestos a grandes males, miserias, ruina y desolación. Y por bien que en otros tiempos y por diversas razones se han iniciado negociaciones entre nosotros, por los misteriosos secretos de la Divina Providencia no se han podido producir los efectos que Nuestras Majestades desean ardientemente: y puesto que en realidad es el Dios Supremo quien tiene en sus manos los corazones de los Reyes, y quien se reserva para sí mismo el preciado don de la Paz, y la bondad en su misericordia infinita de inspirar en los dos reyes al mismo tiempo y guiarlos y reconducirlos de esta manera, que sin ninguna otra motivación ni intervención que sus propios sentimientos de compasión que tienen por sus buenos siervos y que por un deseo paternal por su bienestar y solaz y del reposo de toda la cristiandad; han ordenado al muy eminente señor Don Julio Mazarino, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Duque de Mayenne, Jefe del Consejo del Rey Muy Cristiano, etc. Y al excelentísimo señor Don Luis Méndez de Haro y Guzmán, Marqués de Carpio, Conde-Duque de Olivares, Gobernador perpetuo del Palacio Real y Arsenal de la ciudad de Sevilla, Gran Canciller Perpetuo de las Indias, Consejero de Estado de Su Majestad Católica, Gran comandante de la Orden de Alcántara, Gentilhombre de la Cámara de la dicha majestad y su Gran escudero, sus consejeros y ministros, quienes han de encontrar el medio de terminar al fin con las grandes y largas calamidades, de olvidar y dejar atrás las causas de sus divisiones y de establecer a la Gloria de Dios y a la exaltación de nuestra Santa Fe Católica, una buena, sincera, completa y durable paz y fraternidad entre ellos, y sus sucesores, aliados y siervos.




Para ello, queda establecido que en el día de San Florencio de Irlanda del año del Señor de 1659 deberán reunirse los eminentes enviados anteriormente nombrados en el lugar de la Isla de los Faisanes, en la frontera entre los dos reinos, con el fin de alcanzar la tan ansiada paz.